Sensación rara fue la que sentí este lunes, cuando fui a tomar un café-refrigerio a media mañana. La cafetería donde habitualmente acudo estaba inusualmente sin ese ambiente ahumado con clientes con cigarro en mano y café en otra, mientras yo suelo pacientemente mi periódico en la barra.
A veces hasta tenía que apartar la cabeza para evitar inhalar la gigantesca bocanada de humo procedente de la garganta del compañero de barra más próximo, sin gran éxito por mi parte.
Así todos los días, uno tras otro de la jornada laboral. Despues, en esos ratos de ocio que implican irse de tascas, tapas o como quieran llamarlo, que estando en Galicia y, en general en la zona norte del pais, es algo muy común, no te quedaba más remedio que ir a las tabernas llenas de humo con personas que encendían un cigarro tras otro, sin control, por pura inercia mientras tapeabamos acompañados con alguna bebida tonificante rodeados de esa nieblilla imperceptible de humo.
Ver a los empleados de las empresas, comercios en la calle pasando frío y penurias climatológicas era una imagen que ya estabas acostumbrado, al ser grupos pequeños, incluso individuos. Si bien lo que sí me parecía esperpéntica era la imagen de las puertas de los hospitales, atiborradas de un gentío solitario con cigarro en mano y compuesto de profesionales sanitarios, visitantes e incluso, si los dejasen, de pacientes internados.
Esta era la situación hasta este domingo, antes de eso, la inexistencia de regulación hacía posible que en mi trabajo, siendo seis personas en un pequeño local de cara al público, cinco fumasen y no en cantidades moderadas, y ya sin contar a los clientes fumadores. Llegaba a casa y lo primero que hacía era colgar la vestimenta en una percha al aire libre durante toda la tarde y noche para que se ventilase. Por la noche notaba la carraspera de garganta por las grandes dosis de humo inhalado procedente de los cigarros de mis compañeros.
Los locales de marcha sin regulación alguna, ancha es Castilla. Despues de las salidas nocturnas, era preciso una ducha antes de entrar en cama, la ropa utilizada durante la noche yacía tirada en el balcón esperando la lavadora al día siguiente. Así fui dejando progresivamente las salidas nocturnas, cada vez me gustaba menos, y ya no solo por el humo del tabaco.
Con la laxa ley del tabaco de 2005 relacionada con los locales de hostelería, considero que el legislador o tuvo miedo al sector por las elevadas presiones o creyó que una parte significativa del mismo elegiría mantener su local libre de humo. En cualquier caso, los hosteleros se aferraron al humo del tabaco, aduciendo grandes retrocesos de sus ingresos por las futuras pérdidas de clientes de aquellos que se decantarían a favor de los locales con la permisión de fumar.
Así desde el 2005 la ley del tabaco no supuso grandes cambios en la hostelería, solo en aquellos locales con más de 100 metros cuadrados, más comunes en el apartado de la restauración, pero en el pequeño bar, tasca, taberna no supuso nada, ni inversión alguna con la excepción del cartel donde reza "En este local se puede fumar".
Con la nueva ley del tabaco, el legislador ha sido más valiente y ha eliminado esas imágenes deplorables a la entrada de los hospitales, ha preservado la salud de los profesionales del sector hostelero y no sólo ha protegido la salud de todos, sino que tambien nos ha dado un poco más de libertad. Y digo libertad, si, ha preservado la libertad del "no fumador" de poder eligir , porque...
...si a mi me gusta tomar un buen café por la mañana, ¿por qué tengo que tomar un café torrado en la única cafetería del pueblo donde no se puede fumar porque además es panadería y confitería?
...si a mi me gusta ir de tapas con los amigos, ¿por qué tengo que tomar siempre las aceitunas en el único bar libre de humo en mi ciudad?
...si a mi me gusta ir a tomar a buena cerveza, ¿por qué tengo que resignarme con una cerveza mediocre en el mismo bar libre de humo de mi ciudad?
...si a mi me gusta acudir a un tranquilo cafeto bohemio con música jazz de fondo, ¿por qué tengo que aguantar el bullicio de los chiquillos correteando por el mismo bar libre de humo de mi ciudad?
Estos días leo con estupor los comentarios de los fumadores, alegando que debería haber bares para fumadores, y yo me pregunto ¿y donde han estado todo este tiempo atrás los bares para no fumadores? ¿que elección teníamos nosotros? Incluso he leido un comentario de un empresario de hostelería que defendía el poder fumar y alegaba algo tan absurdo como que si el camarero no quiere estar en un local con humo, podía buscar otro trabajo. ¿Pero en que pais vivimos?
Ahora se sienten perseguidos, y cómo creen que nos sentíamos nosotros, los no fumadores, que durante décadas hemos estado sufriendo estoicamente en nuestros momentos de ocio el ataque continuo del humo.
Maravillosas sensaciones cada vez que entro en los locales que suelo frecuentar y no acabo ahumado como el salmón o el jamón.
SALud
lunes, 3 de enero de 2011
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