Hoy ha sido una etapa muy complicada, no por los kilómetros ni por la dificultad, sino por una jugada de póker que jugué al mediodia y que espero haya servido de punto de inflexión en la travesía.
Desayunamos en el hotel y salimos a las 8:30 buscando una gasolinera para lavar las bicis, sin éxito.
Como hoy era la etapa final decidida por Agueda, seguí con mi estrategia, hablar de los compromisos y la necesidad de su cumplimiento. Cada vez que le repetía el argumento, me separaba de ella para dejarla pensar. La importancia de las promesas, del esfuerzo en la consecución de metas, del sufrimiento y la importancia en intentar no abandonar. Y la seguía dejando sola para que volviera a recapacitar.
Llegamos a Le Gran Village y sin parar continuamos, el trazado se hace por asfalto y algo de camino, muy llano salvo algunos repechos.
Compuebo que mi biela derecha está floja. Me detengo e intento apretar el eje de pelalier. Nada, está bien, pero la biela sigue bailando. Continuamos la ruta con una preocupación más. A ver si tenemos que abandonar por un problema mecánico? No es una bici cualquiera de las que se suelen ver por aquí, y por tanto con algún mecánico bueno en las villas.
Continuamos a menor ritmo para no forzar el pelalier intentando hacer un pedaleo más redondo del que normalmente hago y con un desarrollo mas suave.
La situación no cambia, Agueda está enrocada. Tiene la idea fija de no seguir después de Tours, de hecho parece que pedalea más fuerte para llegar cuanto antes e irse para Ourense.
Es urgente cambiar de estrategia. Los cerros continúan y por tanto sus quejas también, aunque las cuestas no sean prolongadas. Le indiqué en varias ocasiones que dirigiera ella el camino a seguir, que se fijase en las indicaciones para así tomase algo de iniciativa y ese interés que parecía faltarle.
Llegamos a Amboise y busqué una tiendas bicis, le pregunté a una señora mayor por la oficina de turismo, dándome mil indicaciones y yo ni torta, pero por lo menos le entendí hacia donde quedaba. Mi intención era preguntar en Turismo por una tienda de bicis. No me quiero imaginar como preguntaría a la señorina aquella por un mecánico, ufffff.
Tuve suerte que nos detuvimos para dejar pasar un coche y justo paramos delante de una tienda de bicis de montaña. Vaya suerte. Dentro, ni yo entendía al paisano ni el a mi, por lo que le indique que me acompañase junto la bici y le expliqué con mímica insitu. Según Agueda entró nuevamente en la tienda meneando la cabeza, como diciendo "mala solución tiene".
Trajo una llave de alen de más calibre, apretó una segunda tuerca que tiene el pedalier Raceface y 2 euros de reparación (20 segundos de trabajo por apretar una tuerca). Después fuimos al supermercado a comprar el repostaje sólido para alimentarnos al lado del Loira. Esta es una ruta muy transitada por viajeros en bicicleta, más de paseo que de montaña y sobre todo personas mayores.
En el tramo hasta Amboise, ya tenía la nueva estrategia diseñada, así que la dejé caer, como quien no quiere la cosa.
A partir de ese momento el semblante de Agueda cambió. Continuamos la traza con morros y mal tono. Me habré anticipado demasiado? Ahora ya está hecho, no puedo dar marcha atrás.
Cerca de Tours cruzamos el Loira por el puente de tren que tiene habilitado un sendero para los peregrinos. Del otro lado, la traza se vuelve camino de tierra para mi gusto. Agueda no se fia y quiere ver el GPS, cree que estoy dando un rodeo para hacer más kilómetros. "No ves que vamos bien", la tranquilizo a la vista del track.
Un último repecho grande, donde tiene que bajarse de la bici mientras, y viendo Tours al otro lado del rio, hace que suelte un improperio. Aviones de ejército sobrevuelan el cielo.
Hemos pasado de los trigales y plantaciones de girasoles a viñedos inmensos, como se denota también por la cantidad de anuncios vendiendo vino.
Bajada rápida a Tours, lavamos las bicis en una gasolinera y entramos por un largo puente peatonal que nos lleva casi directamente a la catedral. Después nos dirigimos a la estación de tren, no muy lejos de la catedral. Detuvimos las bicis delante de la puerta, y...
-"Como te dije, he decidido seguir el camino. Gestiona el viaje".
-"Qué? Si yo no se y ni hablo francés!!".
-"Yo te pago el viaje pero lo gestionas tú misma que para eso tienes 18 anos. Eso significa que tienes que buscar un tren que te lleve a Hendaya, luego otro a Ourense, y posiblemente tengas que dormir en Hendaya".
-"Pero,... tú me dijiste que venías conmigo!!, por lo menos deja gestionado el viaje!!".
-"No. Tienes 18 años para todo".
Se fue a las taquillas y regresó al poco, "no hablan español ni inglés, no me entienden!!!"
Le estuve recordando la charla de la mañana y hablamos sin acordar ni llegar a negociación alguna. Yo estaba enrocado jugando mis cartas.
Llamó a la madre a España, hablaron, me la pasó: "Tiene 18 años y se puede ir sola y que se busque ella solita el viaje de regreso, yo no me opongo, lo siento es mi ultima palabra".
Las cartas estaban echadas, iba de farol con una apuesta bien fuerte.
Buscamos la oficina de turismo y nos perdimos mutuamente. Dejé pasar unos minutos para ver si llamaba a la vez que reflexionaba al encontrarse perdida, con mi corazón acelerado.
No tenía batería. Mientras cambio la tarjeta telefónica al segundo teléfono que llevo, veo pasar a Juan a 50 metros, pero no intento llamarlo preocupado por mi hija.
Consigo llamarla y estaba toda nerviosa del mismo Juan y delante de la Oficina de Turismo. Me acerco y entro en la Oficina para saludar a Juanillo, que está gestionando su alojamiento. Al salir, vemos mi bici tirada en medio de la acera con los transeúntes casi teniendo que saltar por encima de ella, mientras Agueda con el ceño fruncido ni se inmutaba en recojerla.
Quedé con Juan para ver juntos la catedral, mientras Agueda gestionaba ahora en Turismo nuestro alojamiento. Una vez en el hotel, otra charla entre padre e hija con gran emoción y la dejé mientras se aseaba, lavaba la cabeza, etc. Que reflexionase a solas sobre lo acontecido en el día y su actitud general en el viaje.
Me reuní con Juanillo para visitar la catedral, ver el castillo y tomar un pinta de Guinnes. Me despedí de él con un nuevo abrazo para regresar al hotel y cenar con mi hija en la ciudad vieja, acompañado por media botella de merlot.
Parece que la partida hizo efecto. Tiene otra actitud, hasta me comenta que se alegra de seguir. Días atrás me decía que le gustaba y que para el próximo año podríamos comenzar desde Tours. Eso me dio la pista. Eso y que se haya sorprendido de ver personas bien mayores haciendo la travesía del Loira con alforjas y que además llegaban donde nosotros durante varios días.
La noto mucho más positiva y quiere llegar a la frontera, a Irun. Allí, si que no pondré impedimento alguno para nuestro regreso a casa, salvo que ella quiera continuar y que yo tenga días libres.
SALud desde Tours.
jueves, 14 de julio de 2011
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