viernes, 15 de julio de 2011

Chatellerault - Melle

Salimos del hotel, una vez desayunados, hacia Poitiers por casi todo camino con un firme bien ciclable y otras veces un poco menos. En lontananza se observan ondulaciones de la orografía pareciendo convertir la traza en una etapa levemente rompe-piernas.








Una subida para después bajar ligeramente, otra subida para nuevamente descender un poco. Y así casi hasta Poitiers. Por detrás oigo quejas continuadas, la dejo sola peleando hasta llegar arriba, donde la aplaudo y la animo. Pero algo tiene metido en la cabeza. Habla de renegociar. Es imposible. Dice que se va para casa. "Puedes llegar a Saintes mañana y luego pocos kilómetros más, estarás en Burdeos para tomar un tren directo a Irun". No dice nada.

En Poitiers compro pan delante de la Estación de tren. Ella entra rápidamente en la estación y dice que se va. Ni corto ni perezoso, le doy 80 euros, vuelve a ir a las taquillas y regresa con el billete en la mano.

Cuando alguien toma una decisión hay que respetarla. Ya el otro día tuve una conversación con ella sobre las decisiones que tomamos en la vida, en la que llega un momento que tenemos que elegir por una opción u otra con todas las consecuencias y sobre la importancia de preparar y analizar previamente la opción que queremos elegir, antes de tomar una decisión. No sólo en este caso, sino en cualquier aspecto de la vida (entrevistas de trabajo, etc.).

Así con gran dolor de corazón, me subí a la bicicleta y empecé a pedalea sin mirar atrás. Con rabia contenida salí de la ciudad, no sin antes comprar algo de alimento.

A los pocos kilómetros me pongo a reponer fuerzas y pensar un rato en lo sucedido. Cuando estoy acabando, apareció Mambru. Charlamos un poco y continuamos juntos.

La traza sigue siendo camino no muy difícil. En algún tramo pasa por zona de piedras o hierba, pero nada complicado, salvo para nuestros castigados traseros.

Llegamos a Lusignan, subimos al pueblo que está en una loma, para sellar las credenciales y hacer unas fotos a sus casas antiguas y parques con preciosas flores.




Siendo las 4:20 y faltando 35 km y con el tiempo muy justo para llegar a Melle, ya que hay un albergue comunal que gestiona la Oficina de Turismo, Juan me sugiere que me adelante, al estar más fuerte, y gestiones nuestra dormida en la villa.

Empiezo a arrear y el compañero no me sigue. Vuelo sobre caminos de hierba y cresteo las piedras del camino, como un profesional. Veo constantemente los 18 y los 22 km/hora, salvo en las subidas pronunciadas, que no son pocas.

Paso por Chenay, hago unas fotos para tomar un poco de aire y consultar el GPS analizando si hay posibles alternativas para llegar antes. Los 35 km se me hacen interminables y eso que atajo por un caminos rápidos cuando debería seguir la carretera.





Llego muy justo a la Oficina de Turismo a las 6 menos dos minutos, después de atravesar el largo pueblo de Melle. Turismo cierra a las 17:30, pero la empleada está en un comercio de al lado, que tiene conexión con el edificio oficial. Gestiono el alojamiento y Mambru llega a los 20 minutos.

Compramos algo de alimento y nos dirigimos al albergue comunal, no sin antes tomar una birra.

Allí había señales de otro peregrino con una bicicleta de carretera gigantesca. Cenamos allí mismo, y mientras veriamos las notas de mañana, llegó Franki, el peregrino bicicletero.

Se trata de un belga que salió de Amberes hacía 10 días y pensaba, no sólo llegar a Santiago y Finisterre, sino regresar también. Habla perfectamente francés, inglés, alemán y español. Su bicicleta, un mastodonte, con ruedas finas de 29" es una máquina de devorar kilómetros por carretera. Tuvimos una buena charla con él.

Nos acostamos y en esto llegaron los bomberos, que pusieron una marca de geocaching. Al cabo de unas horas me despertaron, otros bomberos buscando la marca.

Con intranquilidad desperté varias veces en la noche.

SALud desde Melle

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